Juderías del Alto Ebro
Siente y descubre la Herencia Judía
La ciudad refleja su historia en el río Ega, su murmullo nos susurra relatos que hablan las lenguas de los de los pueblos que la habitaron. Hebreo, euskera, castellano y diálectos que sólo el viento antiguo conoce y entiende, pero que se percibe en los huecos de sus muros y en la estella mágica que dejan a su paso los peregrinos que visitan la ciudad. Un sitio que promete toda clase de felicidad y que al final de nuestra estancia podemos confirmarlo partiendo con una sonrisa en los labios y la promesa de volver.
La antigua Calagurris es romana en su corazón y medieval en su estructura. Cuenta con singulares calles en curva, otras que llevan a ninguna parte y un ambiente de casas humildes pero llenas del encanto que relatan la historia de la ciudad. Abrazan a esta urbe bilimenaria magníficas fortificaciones medievales que se abren en miradores donde se puede apreciar las hermosas vistas del río Ebro.
Colóquese zapatos cómodos y prepárese para dejarse sorprender por los rincones de esta hermosa ciudad. Su condición de cruce de caminos le brinda cierto aire cosmopolita a sus habitantes que son un poco de aquí y de allá. Sorprenden sus diferentes rincones, en los que los pueblos que la habitaron han dejado su magnífica huella. Casas colgadas, la mezquita, la plaza de toros, palacios, ermitas, la catedral y su judería son parte de la oferta turística que esta ciudad ofrece.
No se puede pensar en Tudela sin evocar al viajero Benjamín originario de esta hermosa ciudad. Es que al recorrerla y conocerla es fácil entender que una ciudad así sólo puede concebir personajes extraordinarios. Hay algo en la luz que ilumina la ciudad que provoca una amplitud mental renovada y nos brinda el impulso necesario para comenzar nuevas aventuras. Ciudad de contrastes y de variados colores, Tudela merece ser visitada durante el día pero también bajo su luna nocturna. Ella susurra historias que los sueños revelan al alba en poesías hechos hierba, piedra y agua.